con imágenes tomadas de infobae
Durante años, el nombre de Neuralink, el proyecto de Elon Musk, dominó la conversación sobre la conexión directa entre el cerebro humano y la inteligencia artificial por medio de un implante.
Hoy, esa narrativa comienza a cambiar. Un nuevo desarrollo científico llamado Sistema de Interfaz Biológica a Cortex (BISC) está redefiniendo lo que significa comunicarse con el cerebro.
Este implante ultrafino, considerado uno de los avances más ambiciosos en el campo de la interfaz cerebro-computadora, plantea un escenario distinto: una conexión más precisa, menos invasiva y con una capacidad de datos nunca antes vista.
BISC es un circuito integrado de apenas 3 milímetros cúbicos.
Su creador, el ingeniero Ken Shepard, de la Universidad de Columbia, lo describe como algo tan flexible que puede deslizarse entre el cráneo y el cerebro “como un papel mojado”. Esta característica elimina la necesidad de implantes rígidos y reduce tanto la intervención quirúrgica como la reacción del tejido cerebral.
Pese a su tamaño, el dispositivo integra 65 mil 536 electrodos, más de mil canales de registro y 16 mil de estimulación, además de una transmisión inalámbrica de 100 megabits por segundo, una velocidad muy superior a la de otras tecnologías similares. Esto permite enviar información neuronal compleja a sistemas avanzados de inteligencia artificial capaces de interpretar pensamientos, percepciones e intenciones.
A diferencia de otras tecnologías que solo leen la actividad cerebral, BISC permite leer y estimular el cerebro al mismo tiempo, creando un canal bidireccional de alta precisión.
Este enfoque abre la puerta a tratamientos innovadores para enfermedades como epilepsia, lesiones de médula espinal, ELA, accidentes cerebrovasculares y ceguera, al permitir registrar convulsiones, recuperar funciones motoras y del habla, o incluso reactivar la percepción visual.
El desarrollo de BISC es resultado de una colaboración entre la Universidad de Columbia, el Hospital Presbiteriano de Nueva York, Stanford y la Universidad de Pensilvania, dentro de un programa de investigación de DARPA enfocado en ingeniería neural.
Las pruebas preclínicas en áreas motoras y visuales del cerebro han mostrado resultados consistentes.
Además, ya se realizan estudios preliminares en humanos durante cirugías breves, confirmando la estabilidad del registro neuronal. El neurocirujano Brett Jungerman destaca que la ausencia de piezas rígidas reduce los riesgos y podría cambiar radicalmente el tratamiento de enfermedades neurológicas.
BISC no solo destaca por su hardware.
Cuenta con una arquitectura informática creada específicamente para procesar datos neuronales, con instrucciones y software capaces de alimentar modelos de inteligencia artificial que interpretan patrones cerebrales complejos. Según el neurólogo Andreas Tolias, este enfoque permitirá desarrollar neuroprótesis adaptativas y nuevas terapias para trastornos neuropsiquiátricos.
A diferencia de otros implantes más voluminosos o invasivos, BISC ya se prueba en entornos clínicos reales.
Su combinación de neurociencia, ingeniería de precisión y aprendizaje automático lo coloca como uno de los desarrollos más sólidos hasta ahora.
Para muchos expertos, esta tecnología marca un antes y un después en la relación entre humanos e inteligencia artificial.
Y aunque la carrera continúa, todo indica que el protagonismo podría estar cambiando de manos.
Con información de Meristation.
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