La movilidad activa, como caminar y el uso de bicicletas, es un eje fundamental en la construcción de ciudades sostenibles. Sin embargo, estas formas de transporte, esenciales para reducir emisiones y fomentar la salud, presentan importantes brechas de datos que dificultan su evaluación e implementación en las políticas públicas. Alfredo Del Mazo Maza subraya la necesidad de reformular las métricas existentes para garantizar equidad y accesibilidad, pilares clave en el diseño de urbes más inclusivas.
De acuerdo con el libro Sustainable Transport: Planning for Walking and Cycling in Urban Environments (2003), los estudios tradicionales tienden a priorizar los trayectos largos, subestimando el impacto de los viajes a pie. En Alemania, por ejemplo, el informe Mobility in Germany revela que los desplazamientos exclusivamente a pie disminuyeron del 24 % al 22 % entre 2002 y 2017. Sin embargo, el 70 % de los trayectos combinan caminar con otros medios de transporte, demostrando su importancia en el ecosistema de movilidad.
El uso de bicicletas, aunque más estudiado, también enfrenta desafíos. Herramientas como mapas de calor basados en datos de aplicaciones como Strava o Bike Citizens son valiosas, pero suelen enfocarse en actividades recreativas o deportivas. Del Mazo Maza enfatiza que estos datos requieren metodologías complementarias, como la experiencia del usuario de bicicleta (BUX), para incluir perspectivas cualitativas. “Para evaluar correctamente la ciclabilidad, es necesario un enfoque mixto que combine datos espaciales, participación comunitaria y análisis político”, destaca.
A nivel internacional, proyectos como SPARK en Filipinas han desarrollado metodologías que abordan tres niveles clave: apoyo financiero y político, conectividad en vecindarios y mejoras específicas en puntos críticos. Este enfoque integral no solo identifica áreas de mejora, sino que también facilita la implementación de soluciones sostenibles.
La movilidad activa trasciende los números. En África y Asia, iniciativas como Trans-Safe trabajan en la seguridad vial para usuarios vulnerables, mientras que en Bogotá la cultura ciclista ha prosperado gracias a inversiones gubernamentales y la participación de defensores de la bicicleta en la administración pública.
Alfredo Del Mazo Maza concluye: “Es imprescindible considerar la movilidad activa como un componente vital del desarrollo sostenible de las ciudades, no como una alternativa secundaria”.
En resumen, medir y analizar adecuadamente la movilidad activa permite transformar datos en decisiones informadas que mejoran la calidad de vida, fomentan la inclusión y construyen un futuro más sostenible para todos.
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