¿Te ha pasado que ves una nueva tecnología y piensas: “Esto parece sacado de Black Mirror”? No estás solo. De hecho, buena parte de la tecnología moderna parece inspirada en películas distópicas, más como si fueran tutoriales de diseño que advertencias sobre lo que no deberíamos hacer.
Un ejemplo reciente es Sora 2, el generador de videos de OpenAI.
Suena impresionante: puedes pedirle que recree casi cualquier escena.
Pero lo que ha hecho popular a la herramienta no son documentales históricos o animaciones educativas, sino videos absurdos donde figuras históricas como Gandhi o Hitler se enfrentan en peleas ridículas, o Stephen Hawking aparece en patineta persiguiendo policías.
Lo que podría ser una explosión creativa termina pareciendo una mezcla entre memes, morbo y un humor sacado de una película de ciencia ficción sobre la decadencia humana.
Silicon Valley y su obsesión con tecnología de una película distópica
Este no es un caso aislado.
Desde hace años, las grandes empresas tecnológicas parecen fascinadas con el estilo “cyberpunk”: luces de neón, paisajes urbanos grises, inteligencia artificial omnipresente y una humanidad cada vez más desconectada.
Lo curioso es que esas historias nunca fueron aspiracionales, sino advertencias.
Sin embargo, la industria las trata como inspiración estética.
El ejemplo perfecto es la Cybertruck de Tesla.
Elon Musk dijo que su diseño estaba inspirado en Blade Runner, una película donde el futuro luce más como una pesadilla industrial que como un paraíso tecnológico.
El resultado: un vehículo metálico y anguloso que parece preparado para un apocalipsis urbano.
Pero la realidad ha sido menos heroica: vidrios rotos durante su presentación, fallas mecánicas y hasta demandas por seguridad.
Cuando la IA quiere ser tu mejor amigo (o algo peor)
Otro terreno donde la tecnología distópica se está haciendo realidad es el de las relaciones humanas.
Chatbots que fingen ser pareja, “amigos” digitales que te acompañan a todos lados, o asistentes con personalidades inspiradas en películas como Her (donde la IA rompe el corazón de su usuario).
Sam Altman, director de OpenAI, ha reconocido que la idea de una inteligencia artificial empática viene directamente de esa película.
Mientras tanto, otros proyectos, como Grok de Elon Musk, ofrecen versiones románticas o incluso eróticas de chatbots.
Y en el metro de Nueva York, una campaña publicitaria presentó un dispositivo llamado Friend, un collar con micrófono que te “acompaña” todo el día… escuchando absolutamente todo.
Del subtexto al malentendido de la tecnología
La ironía es que la ciencia ficción nunca quiso que imitáramos sus mundos.
Los autores de los años 80 y 90 usaron esas historias para advertir sobre la deshumanización, el control corporativo y la pérdida de intimidad, no para proponer modelos de negocio.
Pero Silicon Valley parece haber olvidado el subtexto.
Las películas y novelas que mostraban sociedades hipertecnificadas solo querían mostrar lo que pasa cuando la comodidad reemplaza la empatía, y la eficiencia sustituye a la ética.
Ahora, en lugar de reflexionar sobre eso, las empresas parecen empeñadas en vendernos la distopía como estilo de vida.
¿Qué nos dice todo esto?
Las innovaciones tecnológicas no son el problema; el problema es cómo las usamos.
Cuando la inteligencia artificial se convierte en generadora de morbo o sustituto emocional, o cuando los autos parecen diseñados para sobrevivir al fin del mundo, algo del mensaje original se perdió por el camino.
La ciencia ficción no se está cumpliendo: la estamos fabricando.
Y lo más inquietante es que, esta vez, nadie parece querer detenerla.
Con información de The New York Times.













